Sobre el tiempo de nuestro universo
Por Carlos Heredero. Fotos del autor.
Cuando una persona observa el cielo, hay algo que casi todos desconocen sobre lo que están viendo. Simplemente, al tratar de ver algo muy lejano, como un astro, nunca podrá verlo como es en el presente. Veamos.
La luz, esa maravillosa forma de energía, nos permite ver. Gracias a la luz que emite el Sol, y que llega a nuestros ojos (ya sea reflejada en los objetos o directamente) podemos contemplar el mundo que nos rodea. Si no hay luz, como en una habitación totalmente cerrada y de noche, no podremos ver, porque nuestros ojos no funcionan sin ella.

La luz tiene una cualidad importantísima, y es que aunque nos parece que se mueve instantáneamente, muy rápido, no lo es tanto. La velocidad de la luz es rapidísima, sí señor, pero tiene un límite. Resultó muy difícil medirla. Pero ahora sabemos que la velocidad de la luz es casi de 300 000 kilómetros por segundo, y es la velocidad más rápida que conocemos en la naturaleza. Es más, esta velocidad parece ser un límite para todos los objetos, pero esa es otra historia.
Bueno, resulta que la Luna está a unos 380 000 kilómetros de nosotros. De esta forma, la luz que viene desde ella y llega hasta nuestros ojos cuando la miramos, necesita viajar durante un segundo para nosotros recibirla. ¡Todo un segundo!
Así que cuando vemos la Luna, no la vemos justo como era en el momento que la miramos, sino… ¡como era un segundo antes!

A esto los científicos le llaman una distancia de un segundo-luz, porque la Luna está a una distancia lo suficientemente lejana como para que le tome a la luz un segundo en viajarla.
Otra cosa es el Sol. El Sol está a unos 150 millones de kilómetros de distancia, y por muy rápida que es la luz, demora poco más de 8 minutos en recorrerla. Así que la Tierra está a 8 minutos–luz del Sol. Esto quiere decir también que, si pasara algo en el Sol justo ahora mismo, nosotros no tendríamos forma de saberlo hasta pasados 8 minutos, porque la información del suceso viaja con la luz, y debe recorrer esa gran distancia.

Cuando observas un planeta como Júpiter, que está un poco más lejos, la luz puede demorar unos 40 minutos en llegar hasta nosotros. Y aunque este planeta y sus lunas jugaron un papel importante en el descubrimiento de la velocidad de la luz, esa es otra historia y tal vez la contemos más adelante. Lo importante aquí es que la distancia hasta ese planeta gigante es como cinco veces la distancia del Sol a la Tierra, y si la multiplicas por los 8 minutos que demora en hacerla, te da los 40 minutos de retraso entre la imagen que puedes ver en el cielo y lo que realmente está pasando allí.

Si vamos un poco más lejos, por ejemplo, a la estrella más cercana conocida hasta ahora, que se llama Próxima del Centauro, en los catálogos se dice que está a unos 4 años-luz. Esto quiere decir que la luz necesita 4 años para viajar la distancia que nos separa, y lo que es lo mismo, que la imagen que ves de ella en el cielo, cuando la miras, está atrasada 4 años.
Hay muchas otras estrellas y nebulosas en el espacio, cada vez más lejanas. Por ejemplo, la llamada Gran Nebulosa de Orión, está a unos 1500 años-luz. Así que todo lo que puedas ver allí a través de un telescopio, habrá sucedido hace 1500 años.

Si vamos aún más lejos, digamos, a la Galaxia de Andrómeda (que es una de las galaxias más cercanas a la nuestra, la Vía Láctea) vemos que está a unos dos millones de años-luz. Por tanto… ¡todo lo que puedes ver en una foto de esta galaxia es dos millones de años viejo!!!

Así sucede con todo, de forma que mientras más lejos vemos, más antiguas las cosas son. No hay forma alguna de saber que sucede en lugares lejanos ahora mismo, porque la información que viene desde allá es en forma de rayos de luz, y necesita tiempo para viajar, así que mientras más lejos, más tiempo necesita.
¡Todo lo que observes en el cielo es viejo!!! ¡Absolutamente todo!!!
Este problema trae a su vez una situación muy interesante. Supongamos, por ejemplo, que un extraterrestre viva en la estrella más cercana, a cuatro años-luz, y quiera comunicarse con nosotros. La mejor vía, y la más rápida para ello, es una señal de radio, o pulso de luz de un láser. Ambos irán a la descomunal velocidad de 300 000 kilómetros por segundo. Pero una vez el “extraterrestre”mande su señal hacia nosotros, deberá esperar cuatro años para que la señal recorra la distancia, y llegue hasta nosotros. Si en algún observatorio están escuchando en esa dirección, y captan la señal, y deciden enviar una respuesta, esta también demorará cuatro años más en viajar la distancia inversa. Así el pobre “extraterrestre” deberá esperar una posible respuesta… ¡ocho años!!!
Peor es en el caso de la Galaxia de Andrómeda. Si decidiéramos enviar una señal de radio hacia ella, con la esperanza de que alguien pudiera escucharla allí, necesitamos esperar dos millones de años para que llegue hasta allá. Y luego, si hubiera alguien con poder para captarla y enviar una respuesta, tendríamos que esperar dos millones de años más para recibirla. Así que en total… ¡son cuatro millones de años esperando por una respuesta que quizás nunca llegue!
Este es el gran problema de las comunicaciones interestelares. Por ejemplo, cuando los científicos se comunican con las sondas que hay en la superficie del planeta Marte, la señal de radio demora unos 20 minutos. Así que estos “robots” deben moverse muy lentamente, porque si llega al borde de un acantilado, o un gran hueco, se necesitan 20 minutos para que la señal llegue al centro de control, se reconozca el problema y se envíe un comando vía radio para detener el robot. Esta señal a su vez demora otros 20 minutos, así que el robot necesita 40 minutos entre la detección de un peligro, y la orden para detenerlo.
Ahora te darás cuenta de lo difícil que es explorar el Universo, y también comunicarse a través de él.