Planetarios, Ventanas al Universo
Actualizado: 1 abr 2021
Imaginemos levantar la vista en una noche cualquiera, que la misma se encuentre despejada y poder observar a lo largo de esta unas 8000 estrellas aproximadamente. Podría ser algo que sucediera noche a noche y de ser así, seguramente lo habríamos hecho tantas veces en algún punto de nuestras vidas que para estos momentos sería tan normal que ya casi nadie lo haría.

Lamentablemente esto no es posible. Para que así sea deben combinarse muchos factores especiales, desde la ubicación del observador así como las condiciones de la atmósfera terrestre, la estación del año y las fases de la Luna como factores naturales. Pero existe un factor humano que barre con los antes mencionados e impide observar tantas estrellas como se quisiera y es la contaminación lumínica.

Desde la invención de los diferentes métodos de iluminación artificial, que iban desde las bombillas eléctricas hasta la ya muy conocida tecnología Led, las noches han cambiado, y a pesar de que en una ciudad cualquiera hoy día no se percibe, lo cierto es que a través de las generaciones se ha evidenciado el impacto que la luz artificial ha causado en el cielo nocturno.

El cielo nocturno abarca los 360° en Azimut y 180° en Altitud, pero curiosamente hemos escuchado hablar de “los cielos”, ya que dependiendo del observador “uno” se diferencia “del otro” dependiendo de la perspectiva y condiciones. Un ejemplo claro de esto es la clasificación de “Los tipos de cielo” por la llamada “Escala Bortle”, que determina la calidad del cielo observable a consecuencia de la Contaminación Lumínica, teniendo entonces “Cielos de tipo 1 al 9”. Incluso llegando a comparar, hablando de “El mejor cielo” o “Los mejores cielos” refiriéndose a la locación del observador, bien sea el desierto de Atacama, en Chile o la de la ciudad de Sao Paulo en Brasil.
Alejarse pues de las ciudades altamente pobladas, parece ser una de las pocas alternativas para disfrutar de eventos astronómicos o disfrutar simplemente de esos puntos brillantes que nos conectan con una parte mística o científica de nosotros.

Los mismo sucede con habitantes del hemisferio norte, que nos hablan de la Gran Osa Mayor, la Estrella Polar, la Galaxia de Andrómeda que se ve a simple vista o las Auroras Boreales, a la vez que en el Hemisferio Sur no dejan de sorprenderse con la Cruz del Sur, el Centro de la Vía Láctea o las Nubes de Magallanes, mientras que en a la altura del ecuador terrestre se disfrutan de “ambos cielos”.
Se habla de que “un cielo es feo” cuando está lleno de nubes, mientras que aquellos despejados son “de lo más lindo”, algunos disfrutan de la compañía de la Luna llena y otros simplemente la ven como “muy brillante y molesta” para la observación estelar - caprichos del observador - ya que cualquier configuración natural que observemos en el cielo, sin duda es única incluso en nuestro Sistema Solar.
Tales menciones y ejemplos son los que cualquier aficionado a la astronomía ha expresado u oído alguna vez en su día a día desde sus países o ciudades. Aquellos que han experimentado tales condiciones conocen qué es lo más conveniente para hacer sus prácticas astronómicas y el por qué es importante cuidar esos espacios que se consideran “mejores”, y que hoy día compiten por ser reconocidos mundialmente.

Por suerte y desde la invención de los planetarios, muchos de estos factores, a excepción de la Contaminación Lumínica, fueron rescatados y proyectados en un domo, donde la ciencia produce la magia que nos permite conocer lo que al inicio de este artículo se anunciaba. Más de 8000 estrellas a lo largo de una misma noche danzan de Este a Oeste y si se quisiera, de Norte a Sur para conocer la perspectiva de otras latitudes.
Encontrarnos con el cielo nocturno en este lugar mágico por un par de horas puede lograr que nos enamoremos de las estrellas, aun cuando en nuestras ciudades sea difícil de mirar tantas como se quisiera; sin embargo, el problema está en que los planetarios son escasos, cada vez se construyen menos y las ciudades aumentan conforme la población lo hace, por lo que estamos a punto de perder el cielo.

A pesar de que existen medidas para la conservación del cielo como los Starlight Skies o iniciativas como la Semana Mundial de los Cielos Oscuros (IDA), la Hora del Planeta, entre otras, los planetarios juegan un rol importantísimo en cuanto a la educación y la lucha contra la contaminación lumínica, y los métodos para combartirla aún en ciudades grandes y en las cercanías a los observatorios astronómicos.
Muchas conferencias han sido creadas especialmente para ofrecerse en los planetarios, como parte de su programación habitual para concienciar sobre la necesidad de reducir este fenómeno y garantizar la preservación del cielo nocturno como una de las maravillas naturales que tenemos a nivel global.
Los planetarios son básicamente las ventanas que se abren para mostrar este cielo tan diverso y extraordinario, con el que noche a noche se inspiran los aficionados a la astronomía, poetas enamorados, niños y niñas que se convertirán en futuros científicos y exploradores del espacio, un lugar donde soñamos despiertos y de donde no quisiéramos salir y encontrarnos con las luces de la ciudad.
Potenciar su alcance y multiplicar estos recintos ciertamente garantizarán un espacio para aprender y educarnos acerca de lo que encontramos en el cielo, pero son solo ejemplos, lo real es lo que se debe hacer notar.
